De los nombres de los partidos políticos

(Fotografía del aula de Fray Luis de León)

Me he citado con Fray Luis de León en el bar El Velódromo de Barcelona. Traigo un ejemplar de De los nombres de Cristo para que me lo firme. Como me espera sentado, no sé si es alto o bajo. Lleva clériman y viste rotundamente de gris.

-Usted es el autor del libro de poemas Revisión de mi naturaleza –afirma, nada más verme.

-¿Lo ha leído?

-Claro que no. Lo he visto por el móvil.

Me siento y, además, me siento decepcionado. ¿Habrá alguien en el mundo que haya leído Revisión de mi naturaleza?

-Imagino que sabrá, señor de León, que en España han emergido dos partidos políticos a los que los sondeos ponen por las nubes en intención de voto… Me refiero a Podemos y Ciudadanos.

-¡Vaya follón político tendrán ustedes con la muerte del bipartidismo!

-¿Y usted no?

-Ni de coña. No estoy censado. No voto. No cobro pensión. No pago impuestos. No debo hipoteca. No como. No bebo. Esta caña la he pedido para disimular. En resumen, me la suda quién gane las elecciones.

Me pregunto por qué Lope de Vega llamaría a este hombre “honor de la lengua.” En fin, todo cambia. Nosotros a lo nuestro.

-Usted escribe en De los nombres de Cristo –acabo de abrir el volumen por su primeras páginas- que el secreto de un nombre apropiado a su naturaleza radica en que “el nombre contenga en su significación algo de lo mismo que la cosa nombrada contiene en su esencia.” ¿Qué me dice de los nombres Podemos y Ciudadanos?

-Yo antes hablaba de Cristo, pero está visto que ahora toca hablar de Podemos. Sale hasta en la sopa, además de en las tertulias de la tele. Vale. Pues opino esto.

De lo que tienen en común los nombres de ambos partidos:

Observe que estos partidos no incorporan en su nombre de guerra la palabra partido. ¡Anda que no son listos estos tíos! Saben que la palabra más odiada por los españoles es partido, porque la asocian al mangoneo y la corrupción, que a su vez se asocian al bipartidismo. Poco tienen que hacer, ante esta astuta maniobra denominativa, los dinosaurios del PP o del PSOE, que lucen la afrentosa P de partido en sus siglas. Es cierto que el PSOE se esfuerza en ocasiones por llamarse Socialistas a secas, con una rosa en la cúspide de la te, y mandar a tomar por culo lo de español, obrero y partido, que son ideas antiguas. El Partido Comunista de España hace tiempo que se dio cuenta de que con el nombre partido, y encima comunista, y encima España, no se iba a ningún lado. Se rebautizaron como Izquierda Unida. Dos palabras aún hermosas: izquierda y unidad. Los nacionalistas catalanes acertaron desde el principio. Fíjese en qué idílicos suenan estos nombres: Convergencia Democrática de Cataluña, CDC –que, por cierto, es capicúa, y capicúa es una palabra catalana compuesta de cabeza y cola, el animal de la nación completo, ideado por Pujol- y Unión Democrática de Cataluña, UDC. Juntos: Convergencia y Unión, Ciu, es decir, ni rastro de partido. Todo converger, todo vivir unidos, todo ser felices. En Cataluña, los únicos que aún se llaman partido son el PPC y el PSC. Así les va. Hasta Ada Colau se presenta a las municipales de Barcelona con el nombre Barcelona en común. Nada de partidismo y división: sólo unidad y comunidad… Y, si viajamos al norte, nos encontramos con Bildu, que significa reunir en vascuence. Por lo visto, en esta sociedad, todo el mundo aspira a reunirse y a darse abrazos y besos. Paradójicamente, en una España cada vez más dividida política y socialmente, todos prometen unidad en sus nombres. Concluyendo. Podemos y Ciudadanos son dos partidos políticos que no se llaman partido. Inteligente. Muy inteligente… Aunque debo añadir, en honor a la verdad, que Ciudadanos se subtitula Partido de la Ciudadanía. Pero ya se encargan de ocultar esa lacra los muy tunos.

De León, tras hacer ver que trasegaba un largo y rubio trago de cerveza Moritz, prosiguió.

Del nombre Podemos:

Algunas publicaciones digitales de derecha extrema afirman que el nombre Podemos tiene un origen venezolano. Están obsesionados en relacionar a Pablo Iglesias con Hugo Chávez. Estos cachondos lingüísticos explican que Podemos es un acrónimo de un partido chavista llamado Por la Democracia Social. ¡Nanay de la China! Podemos se relaciona, en el imaginario electoral español, con el famoso eslogan Yes We Can. Si un negro puede ganar las elecciones, entonces un comunista también. También, sí, pero a condición de que borre la palabra comunista de su nombre. Podemos remite a un nosotros elíptico, pero gozoso y presente. Nosotros: de nuevo, todos juntos y reunidos. Podemos vende la poderosa esperanza de vencer, tras tantos años de democracia perdiendo. No me resulta extraño que los de Izquiera Unida, hartos de ser derrotados una elección tras otra, coreen ahora: podemos vencer y se pasen a Podemos. Podemos tiene como raíz poder. Y el poder es bestialmente erótico. ¿Quién no quiere el poder y ganar? Podemos nos grita con su nombre: podemos, -¡por fin!-, ganar. Votadnos. Nosotros somos vosotros. Y Podemos empieza con pe, pero no con pe de partido sino de poder y de potencia, incluso una pe de pene bien erecto y triunfante. Podemos anuncia el fin de la impotencia. Podemos es pura viagra electoral, si usted me disculpa la metáfora.

Miré en derredor. Los turistas que atiborraban El Velódromo se habían transformado en atentos estudiantes del aula Fray Luis de León, en la antigua Universidad de Salamanca.

Del nombre Ciudadanos:

Ciudadanos es harina de otro costal. Su nombre viene marcado a fuego por su origen catalán y antinacionalista. Algunos etimologistas nos explican que proviene de la primera frase que pronunció Tarradellas ante la muchedumbre que llenaba la plaza de San Jaime, al regresar del exilio. Oígala: “Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí.” ¡Qué bien suena! En Cataluña, todos serían ciudadanos en igualdad de condiciones. No importaba si de Almería o de Murcia, si de Vic o de Palafrugell. La idea de nación –sujeto colectivo y abstracto- no podía asfixiar a la idea de ciudadanos –sujetos individuales y reales-. Ciudadanos remite a un pacto entre individuos libres e iguales para garantizarse mutuamente sus derechos. Ciudadanos es reunión, pero de individualidades. Ciudadanos nos recuerda que estamos condenados a una identidad individual, que no puede ser sustituida por los cantos de sirena opresores de la nación o el estado o el partido. Ahora bien, no se olvida de asociar a su nombre la idea de colectividad. Ciudadanos somos todos por la sencilla razón de que todos somos ciudadanos. Incluso los de pueblo… Mire, si usted me permite la boutade, sin ánimo de ofender a nadie…

De León pareció percatarse de que los turistas del Velódromo se habían metamorfoseado en estudiantes salmantinos por el poder de su oratoria y cambió de número el pronombre.

-Si ustedes me permiten la boutade, queridos aspirantes a bachilleres, les haré notar que Ciudadanos remite por su nombre a la Revolución Francesa, liberal, burguesa e individualista, mientras que Podemos nos conduce a la Revolución Rusa, anticapitalista, colectivante y asamblearia… ¿Se han fijado en que Albert Rivera tiene un aire a Tintín, por lo redondo de la cabeza y el leve tupecito del peinado? Por el contrario, Pablo Iglesias luce una barbita en la que destacan la perilla y el bigote, una combinación que a más de uno nos hace pensar en Lenin. Sólo le falta quedarse calvo para que el parecido sea asombroso. Todo se andará. En consecuencia, Albert Rivera nos traslada a París y Francia, aunque Tintín naciera en Bélgica, mientras que Pablo Iglesias nos hace viajar a Petrogrado y la lejana Rusia… Y no tengo nada más que añadir. Bueno, sí. ¿Han observado que el nombre de Podemos empieza con la P de Pablo y termina con la S de Iglesias? Simple coincidencia, pero algún cuervo camuflado de antipopulista podría sacarle los ojos a ese nombre por la coincidencia. Y ahora sí. La clase ha terminado. Pueden salir al patio.

-¿Me firma De los nombres de Cristo, señor de León?

-Con una condición: que pague usted la cerveza. No llevo encima ni un euro.

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