Observatorio 18M

(Fotografía de la Fundació Antoni Tàpies, en Barcelona)

El pasado 18 de mayo se celebró el Día Internacional de los Museos, creado en 1977 por el Consejo Internacional de los Museos (ICOM) con el propósito, entre otros, de abrir estas instituciones a la sociedad y reflexionar sobre su función pública.

Invitar a esta reflexión, siempre necesaria, ahora imprescindible, es lo que propone un grupo de profesionales vinculados a la cultura barcelonesa y que se presenta en sociedad con el nombre de Observatorio18M

Estas personas perciben y denuncian una creciente falta de democracia en las instituciones públicas culturales de Barcelona en general, una falta de autonomía en su gestión, una tentación de condicionarlas políticamente imprimiéndoles una orientación unilateral y empobrecedora, aspectos que bien podrían extenderse a instituciones semejantes de otras ciudades españolas.

Por ello, han hecho público el manifiesto que reproduciré a continuación, que apareció respaldado por 157 nombres de diversos ámbitos de la cultura de varios países, principalmente de España. Sus diez primeros firmantes eran Juan Goytisolo, Ignacio Echevarría, Juan Marsé, Guillem Martínez, Chantal Mouffe, Itziar González Virós, Jorge Luis Marzo, Pep Agut Bonsfills, Arola Tous Galí y Alberto Toscano.

Me sumo a la iniciativa del Observatorio 18M, invito a firmar y difundir su manifiesto y, desde luego, invito a un debate continuado, profundo y plural, de la función social de la cultura.

Manifiesto por una democratización urgente y real de las
instituciones culturales

La inflexión del 92 dio a la cultura un gran protagonismo en las políticas públicas de Barcelona. Uno de sus resultados positivos ha sido la creación de una red de instituciones culturales que, con su fuerte presencia en la ciudad, constituyen un importante patrimonio ciudadano, no de los partidos políticos ni de un determinado sector.

Tres instituciones en particular han destacado por su impacto en la ciudad y su proyección internacional: la Fundació Tàpies, el CCCB y el MACBA, que han funcionado como un verdadero servicio público. Los sólidos programas de exposiciones, el debate y la educación, junto a la cooperación con agentes sociales diversos, constituían una trama indisociable cuyo papel en la ciudad ha sido el de contribuir a la emancipación crítica de la ciudadanía y no a la mera gobernanza de la sociedad. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la tendencia a instrumentalizar los centros culturales parece ser un mal endémico.

Al repunte de una política cultural corporativa y parroquial que aspira a monopolizar el debate público, utilizando los museos como escaparate y propaganda partidista, se suma la creciente captura regresiva de las políticas culturales por las guerras identitarias. Los recortes en los presupuestos culturales públicos de los últimos siete años han profundizado la precariedad estructural que está asfixiando la posibilidad de sostener proyectos institucionales significativos y transformadores.

El espacio para la institucionalidad cultural democrática se empequeñece. El reciente cambio en la dirección del CCCB por cargos de partido; el golpe de mano en el MACBA, dado con nula transparencia; las convocatorias de concursos para la dirección de museos y centros de arte, en las que se privilegia de manera equívoca el perfil local del director y cuyos jurados, de composición dudosa, son meramente consultivos y dejan las decisiones finales en manos de los cargos políticos —siendo ahora el MACBA el último ejemplo escandaloso— son algunos síntomas de la tendencia irrefrenable a vaciar los centros culturales de su responsabilidad intelectual.

Los profesionales de la cultura verdaderamente comprometidos con un proyecto democrático, emancipador y progresista no podemos quedarnos de brazos cruzados. Ante el actual estado de emergencia, debemos dejar a un lado la diversidad de criterios para afirmar que sólo son posibles nuestras diferencias si se garantiza la existencia de unas instituciones culturales democráticas que funcionen con autonomía y rigor al servicio de la sociedad. Hoy más que nunca es necesaria una amplia movilización de los intelectuales y trabajadores culturales frente al proceso de aculturación que está promoviendo la actual tecnocracia dirigente.

No podemos ser cómplices de la desertización cultural de Barcelona. El capital cultural público acumulado está siendo dilapidado. Recuperemos las instituciones, salvémoslas de la regresión, del control partidario y del abandono.

Barcelona, 18M. Día Internacional de los Museos.

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